
Descripción:
La menta, que es el nombre común de la especie Mentha x piperita, es una hierba perenne nativa de Europa y que se ha adaptado también al norte de Estados Unidos y Canadá, además de ser cultivada mundialmente.[1,2] Corresponde a un híbrido entre dos especies del género Mentha: Mentha spicata y Mentha aquatica.[3] Su tamaño ronda entre los 20 cm a 80 cm de altura, su tallo es ramificado, sus hojas son ovaladas, con presencia de vellos, y sus flores tienen tonalidades púrpura.[4] Otros nombres comunes con los cuales esta planta es llamada son «menta negra»[5] o «menta piperita».[6] En ocasiones, se le llama «hierbabuena»[4,6], aunque este es un nombre común que se le atribuye a otra plata del género Mentha, la Mentha spicata.[7]
Propiedades atribuidas:
Como en la mayoría de los casos de la fitoterapia, a la menta se le han atribuido distintas propiedades, principalmente, por su uso tradicional. Refiriéndonos solamente a los problemas gastrointestinales, la menta se ha utilizado para aliviar los síntomas como el dolor abdominal[1,5,8,9,10,11], el estreñimiento[4], la flatulencia[1,5], las náuseas[5], la acidez estomacal[4], el dolor estomacal[1,4,5,8] y la infección intestinal.[4,8,10] Además, se menciona que ayuda a la digestión[2,8] y que estimula el funcionamiento de la vesícula biliar.[1,2,4] Por estas cualidades, especialmente la antiespasmódica, se ha indicado para enfermedades como el síndrome de intestino irritable[9,10] y la dispepsia funcional.[1,11]

Forma de consumo:
La menta suele consumirse como infusión.[5,10] También se extrae su aceite, a través de la destilación de hojas, flores y tallos.[2,3] Es importante indicar que este aceite no es el que se vende para la aromaterapia, una pseudoterapia que ya he investigado y pronto estará en el blog. El aceite de menta es vendido en cápsulas que la contienen.
Características químicas:
Las hojas de la menta se componen principalmente de ácidos grasos, aceites volátiles, minerales y polifenoles. El ácido palmítico, el ácido linoleico y el ácido linolénico son los ácidos grasos que se encuentran en mayor proporción, mientras que, en el caso de los minerales, lo son el Potasio (K), Calcio (Ca) y Magnesio (Mg).[1] Lo más conocido de la menta son sus aceites volátiles, siendo el principal el mentol, seguido, en menor proporción, de la mentona, el acetato de mentilo y el eucaliptol.[3] Considerando una infusión preparada a 95°C, durante 15 minutos, solo se mantiene un 21% de los aceites, 8% a 60% de los minerales y 59% a 67% de los polifenoles en la preparación.[1]
El mentol es el principal ingrediente que ha mostrado tener efectos en estudios in vitro. Se ha observado que relaja el tejido gastrointestinal actuando como antagonista de los receptores de canales de Ca2+, es decir, impidiendo su activación, tanto en muestras animales como humanas.[2,12,13,14] Estudios en ratas también han mostrado que el mentol estimula la actividad colerética, es decir, la producción de bilis y que inhibe la absorción de hierro.[1]
Evidencia científica:
En este apartado revisaremos la evidencia científica de la acción de la menta en distintas patologías y sintomatologías. Antes de empezar, es importante dejar en claro algunos aspectos. Si un estudio investiga el aceite de menta y tiene resultados favorables, esto no necesariamente se extrapolan a la infusión de menta u otras modalidades. Dado que esta solo conserva un 21% o menos de los aceites, el efecto podría ser menor o insignificante. Para ello, se requieren estudios de la menta como infusión. Otro punto es que las investigaciones que se presentan solo estudian a la menta de forma individual. Salvo una excepción, no consideré investigaciones donde se usan mezclas de hierbas, porque de esta forma es complejo diferenciar si el efecto es por la menta, por las otras hierbas o por la combinación.
Cólico Infantil:
Biaglioli et al[15] realizaron una revisión sistemática para evaluar la efectividad de distintos agentes aliviadores de dolor, entre ellos, el aceite de menta, en el cólico infantil en niños menores a 4 meses. El cólico infantil corresponde a un patrón de llanto excesivo que se presenta en niños menores a cuatro meses de vida, sin que ocurra por una razón aparente, como hambre, enfermedad o una lesión.[16] Se define bajo lo que se llama «la regla de tres»: el llanto debe durar más de tres horas del día, producirse más de tres días a la semana y persistir por tres semanas.[17] Si bien su etiología es desconocida, se han propuesto varias causas independientes entre sí, como la mala absorción de carbohidratos, hipersensibilidad a la comida, disfunción de motilidad digestiva, problemas en la microbiota intestinal o factores psicológicos.[15] Los investigadores analizaron solo ensayos controlados aleatorizados (RCT, por su sigla en inglés) y ensayos controlados cuasiexperimentales (donde la asignación de los participantes no es aleatoria, pero genera grupos similares), encontrando solo un estudio sobre el aceite de menta.[15] En otra revisión sobre remedios herbales, más general, también fue hallado solo el mismo estudio al respecto.[18] Los resultados mostraron que, al comparar el aceite de menta con la simeticona, un medicamento que se usa para aliviar la hinchazón abdominal, no se observa una diferencia significativa entre ambos para reducir la frecuencia del llanto, su duración ni en la mejora de los síntomas al final del tratamiento.[15,18] En la revisión de Biaglioli et al[15], también compararon la efectividad de la simeticona en comparación a un placebo. Recordemos que un placebo es un tratamiento ineficaz, sin un efecto en la enfermedad estudiada.[19] Los investigadores hallaron que no hay diferencia entre la simeticona y el placebo para tratar el cólico[15], por lo que, indirectamente, podríamos concluir que no habría diferencia entre un placebo y el aceite de menta para tratar el cólico infantil. Los autores indican que, al ser solo un estudio y con pocos participantes, 30 niños, la evidencia se considera de baja calidad, por lo que futuros estudios podrían cambiar la conclusión actual.[15]
Síndrome de Intestino Irritable:
El síndrome del intestino irritable (SII) es una de las patologías en la cual más se ha estudiado el efecto de la menta. El SII es una enfermedad gastrointestinal crónica que se caracteriza por malestar y dolor abdominal fluctuante y por una alteración en el funcionamiento intestinal, derivando en diarrea o constipación. Posee una prevalencia del 5% al 18%, según el criterio diagnóstico, y está asociado con ansiedad y depresión.[20] En 2007 se publicó una Natural Standard Review realizada por Keifer et al[21], donde analizaron diversos tipos de estudios científicos realizados con la menta. Respecto al SII, estudiaron los resultados de 24 estudios (ocho provenientes de un metaanálisis), tras los cuales concluyeron que el aceite de menta mejora la sintomatología de forma significativa en comparación al placebo. Además, señalan que los estudios tienen muestras pequeñas y falencias en sus metodologías, por lo que se requieren mayores investigaciones para tener conclusiones más confiables.[21] Ford et al[22], en 2008, publicaron una revisión sistemática del efecto de la fibra, los antiespasmódicos y el aceite de menta en el tratamiento del SII, analizando RCT en adultos que compararan, en el caso que nos interesa, el aceite de menta con un placebo o la ausencia de tratamiento. Examinaron cuatro estudios, con un total de 392 participantes y se observó que el 26% de los pacientes tratados con aceite de menta persistieron con sus síntomas, mientras que un 65% de los participantes siguieron con la sintomatología con el placebo. Los autores concluyen que el uso del aceite de menta puede ser efectivo para el tratamiento del SII, aunque señalan que la evidencia es limitada, ya que proviene de estudios pequeños.[22]
Los investigadores Ruepert et al[20] realizaron una revisión sistemática, publicada en 2011, para evaluar la eficacia de agentes de carga en alimentos, antiespasmódicos (donde se incluyó el aceite de menta), y antidepresivos en el SII. Considerando solo RCT con participantes mayores a 12 años, hallaron 5 estudios que compararon el aceite de menta con un placebo. Los resultados indican que existe una diferencia significativa, en favor de la menta, para la mejora global del cuadro, tanto la percibida por el paciente como mediante la aplicación del cuestionario de gravedad del síndrome de intestino irritable (IBS symptom score, en inglés). Los autores señalan que no hubo una adecuada asignación de grupos en los estudios, lo que puede afectar los resultados. Concluyen que, si bien el aceite de menta parece tener un efecto favorable, no queda claro qué antiespasmódico de los analizados es el más efectivo.[20]
En 2017, Anheyer et al[18] publicaron una revisión sistemática del efecto de los remedios herbales en distintas enfermedades gastrointestinales en niños y adolescentes. Solo un RCT sobre el aceite de menta en el SII fue incluido, de 145 participantes, donde tomar cápsulas con el aceite no mostró ninguna diferencia significativa en comparación a un placebo.[18] En el mismo año, Martin et al[23] realizaron otra revisión sistemática, esta vez sobre la intervención farmacológica en el dolor abdominal recurrente en la infancia, término paraguas de diversas patologías gastrointestinales donde se consideró el SII. En relación con la menta, analizaron un estudio de 42 niños entre 5 a 18 años donde compararon la acción del aceite de menta y un placebo. Tras dos semanas de intervención, se encontró una diferencia significativa en favor de la menta en la mejora del dolor, pero no se observó un efecto superior al placebo en su duración, frecuencia e impacto en la calidad de vida.[23] Un año después, se publicó una extensa revisión sistemática sobre la eficacia de los distintos enfoques terapéuticos parar tratar del SII. Analizaron siete RCT que estudiaron el aceite de menta en personas mayores a 16 años.[24] Ford et al[24] concluyen que, si bien se observa un efecto en la mejora de los síntomas de SII, la calidad de la evidencia es baja, producto de muestras pequeñas, resultados dispares entre estudios y problemas metodológicos, por lo que la recomendación a utilizarlo es débil, lo que quiere decir que se deben buscar mejores alternativas. Los autores, a nivel general, también señalan que los antiespasmódicos, donde se encuentra el aceite de menta, parecen presentar beneficios a corto plazo.[24]
En 2020, Hawrelak et al[25] publicaron una revisión sistemática del efecto de los remedios herbales de occidente en el SII, donde incluyeron a la menta. Consideraron tanto estudios controlados aleatorizados como no aleatorizados, analizando 18 estudios que incluyeron el aceite de menta. Los autores encontraron que el 64% de quienes recibieron aceite de menta tuvieron una mejora global de los síntomas y un 67% sintió alivio del dolor abdominal, en comparación al placebo, el cual tuvo 32% y 30% respectivamente. También señalan que solo tres de los 18 estudios se consideran de bajo riesgo de sesgo.[25] Esto quiere decir que solo en tres estudios se considera que hay pocas posibilidades de que hallan errores sistemáticos que afecten para conocer el efecto real del tratamiento. Hawrelak et al[25] concluyen que, a pesar de los problemas metodológicos, el aceite de menta es más efectivo que el placebo, al menos, en el corto plazo. Finalmente, la última revisión publicada hasta el momento, por parte del equipo de Ingrosso et al[12] en 2022, evaluó el efecto del aceite de menta en el SII, comparando con un placebo. Analizaron 10 RCT que incluyeron 1030 pacientes. Los autores encontraron que un 54,3% de los pacientes no mejoraban la sintomatología general del cuadro ni el dolor abdominal al utilizar aceite de menta, en comparación al 72,3% con el placebo. Cuando los autores solo analizaron a los estudios con mejor metodología y bajo riesgo de sesgo, solo hubo diferencia significativa entre el aceite de menta y el placebo en el dolor abdominal, pero no para la mejora general. Los investigadores concluyen que, si bien el aceite de menta parece efectivo, hay cierta incerteza producto de la discrepancia entre los estudios con alto riesgo y bajo riesgo de sesgos.[12]
Dispepsia Funcional:
La dispepsia funcional es una enfermedad gastrointestinal que se caracteriza por la persistencia de uno o más síntomas como dolor y ardor epigástrico, sensación de saciedad temprana, que evita terminar comidas en cantidades regulares, o plenitud posprandial, sensación de saciedad inconfortable y prologada tras comidas en cantidades regulares, todos en ausencia de problemas estructurales que los expliquen. Tiene una alta prevalencia, del 5% al 40% de la población, e impacta negativamente en la calidad de vida y desempeño laboral.[13] Actualmente no hay investigaciones que estudien a la menta sola en la dispepsia funcional[3], pero se ha utilizado una combinación específica de aceite de menta y aceite de alcaravea (POCO, por su nombre en inglés, peppermint oil and caraway oil) para su tratamiento. Esta es la excepción que mencioné al comienzo.

En 2002, Thompson y Ernst[26] publicaron una revisión sistemática de fitoterapia en la dispepsia funcional. Dentro de las investigaciones analizadas, cuatro estudios RCT fueron realizados utilizando POCO, donde en todos se observó una disminución significativa del dolor y otros síntomas en comparación a un placebo.[26] La revisión sistemática de Keifer et al[21] concluyen que la combinación POCO se muestra eficaz para la sintomatología de la dispepsia, pero los estudios analizados tenían debilidades metodológicas, por lo que futuras investigaciones ayudarían a tener mejores conclusiones. En 2019, el grupo de Li et al[13] publicaron una revisión sistemática sobre la efectividad del POCO en la dispepsia funcional, analizando 5 RCT realizados en adultos. Con un total de 578 participantes y cuatro semanas de intervención, concluyen que el POCO mejora la sintomatología global de la dispepsia, así como también el dolor epigástrico, cuando se compara con un placebo. Aunque señalan que la calidad de los estudios es baja, por lo que se requieren mejores estudios.[13] La última revisión sistemática a la fecha, publicada por Baéz et al[27] en 2023, analizaron la efectividad distintos tratamientos herbales en esta patología. De los 41 RCT analizados, solo tres incluyeron al POCO. Al compararlo con un placebo, la combinación de aceites mejora significativamente la sintomatología de la enfermedad y la calidad de vida de los participantes, pero frente a la cisaprida, un medicamento usado para la acidez estomacal, no se observan diferencias en la mejora de síntomas. Los investigadores consideran que la calidad de la evidencia es moderada, lo que significa que es algo probable que futuros estudios puedan cambiar la conclusión actual.[27]
Dolor abdominal funcional o recurrente:
Se trata de un trastorno gastrointestinal que se caracteriza por un dolor en la zona abdominal (¡qué sorpresa!) de forma frecuente y continua, sin una causa anatomopatológica[28] (por eso es el «funcional», como con la dispepsia). Se han realizado dos revisiones sistemáticas sobre este trastorno en la infancia, donde incluyen dentro de los tratamientos a la menta.[18,23] En ambos casos, solo encuentran un estudio, donde hallaron que el aceite de menta reduce de forma significativa la frecuencia, duración e intensidad del dolor en comparación a un placebo y, comparado con probióticos, el aceite de menta solo reduce la duración e intensidad de forma significativa.[18,23] Si bien los hallazgos parecen prometedores, solo se basan en un estudio donde el riesgo de sesgo es poco claro, es decir, falta información en la investigación para determinar si hay o no errores que puedan afectar la conclusión.
Problemas poscesárea:
Solo encontré un estudio realizado al respecto. Los investigadores Niaki et al[29] realizaron un RCT con doble ciego que buscaba evaluar el efecto del aceite de comino y el aceite de menta, por separado, comparándolos con la leche de magnesia. La leche de magnesia o hidróxido de magnesio se utiliza para tratar el estreñimiento.[30] En el estudio, 24 horas después de la cesárea, se les dio a las participantes el remedio herbal correspondiente a su grupo diluido en 30 mL de agua, dados en tres intervalos de 20 minutos. No hubo diferencia significativa entre el hidróxido de magnesio, el comino y la menta para tratar la sintomatología, con excepción de las flatulencias, donde se observó una acción significativa en favor de la menta. Los autores concluyen que el uso de menta es tan efectivo como la leche de magnesia.[29]
Función Digestiva:
Se ha investigado como afecta la menta a la función del sistema digestivo. Goerg y Spilker[31] realizaron un estudio controlado por placebo y fármacos con efecto conocido, para analizar el impacto del aceite de menta en el sistema digestivo. A los participantes, se les pidió tomar el placebo, fármaco o el aceite de menta y, luego de quince minutos, se les dio jugo de manzana como bebida de prueba. No se encontró diferencia significativa con el placebo en el vaciamiento gástrico, pero si encontraron que el aceite de menta inhibía el vaciamiento de la vesícula biliar y aumentaba el volumen de esta de forma significativa.[31] En una revisión narrativa de Rodriguez-Fragoso et al[32] se señala que, en nueve estudios, se ha observado que el aceite de menta, aplicado de forma tópica o administrado de forma oral, inhibe la actividad peristáltica, reduce el tránsito intestinal y el vaciamiento gástrico. Masuey et al[33] realizaron un RCT con 32 participantes cegados donde evaluaron el efecto de la combinación POCO en la motilidad gástrica, vaciamiento gástrico, tolerancia de nutrientes, síntomas posprandiales y el nivel de hormonas péptidas gastrointestinales en pacientes sanos, comparados a un placebo. Quienes ingirieron POCO presentaron, de forma significativa, mayores niveles de hambre y menores niveles de saciedad, pero no afectaron otros parámetros de la función gástrica.[33]
Exploración endoscópica:
También se ha investigado el efecto de la menta en la exploración endoscópica. En la revisión sistemática de Keifer et al[21] se indica que solo un RCT ha sido realizado para evaluar el efecto de una solución de aceite de menta y polisorbato en comparación al enema de bario durante una colonoscopía. El grupo que fue sometido al aceite de menta tuvo una disminución significativa de los espasmos del intestino grueso, en comparación al enema, pero no hubo diferencia en cuanto al dolor. En la misma revisión, señalan que una serie de estudios de casos indican que utilizar aceite de menta disminuye los espasmos duodenales durante una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica. Eso sí, indican que no hay información suficiente sobre los espasmos gástricos en endoscopía.[21]
Patologías digestivas donde no hay un efecto:
Según la revisión sistemática de Keifer et al[21], faltan investigaciones que permitan dilucidar si hay o no un efecto por parte de la menta en enfermedades hepáticas y náuseas.
Tabla 1. Resumen de la evidencia del uso de la menta en problemas gastrointestinales.
Efectos Adversos:
Un problema recurrente en la fitoterapia es la creencia de que usar productos herbales es seguro y que estos carecen de efectos secundarios. Como expongo en mi revisión sobre el tema, existen factores externos, como la contaminación, e internos, como los compuestos químicos de la planta, que pueden ser perjudiciales.

En revisiones narrativas, se comenta que dosis altas de aceite de menta están asociadas con nefritis intersticial y fallo renal, además de ser tóxicas e, incluso, letales.[2] Como se ha observado que el aceite de menta inhibe el vaciamiento de la vesícula biliar[31], se recomienda que pacientes con colelitiasis o colecistitis la eviten.[2] También está contraindicado en pacientes con hernia hiatal o reflujo gastroesofágico, dado que el aceite de menta relaja el esfínter esofágico inferior.[2,3,21] En relación al hígado, estudios preliminares sugieren que preparaciones con hoja de menta puede ser hepatotóxicas en altas dosis.[32] Tanto la hoja de menta como el aceite de menta han mostrado inhibir la acción de algunas proteínas citocromos, por lo que se infiere que afecta la acción de drogas como la amitripilina, que se usa para dolor neurológico, o la haloperidol, un antipsicótico.[2,3] Infusiones de menta pueden afectar la absorción del hierro.[1] Además de ello, no hay información que demuestre que sea seguro consumirla durante la lactancia.[2]
De los 14 estudios revisados, solo en cinco no se evaluó la presencia de efectos adversos.[18,20,23,29,33] En aquellos que sí, algunos señalaron que no hubo diferencia significativa en la cantidad de casos entre el aceite de menta y el placebo[22,24], mientras que otros señalan lo contrario.[12,25] Los efectos adversos reportados fueron reacciones alérgicas, acidez estomacal, reflujo gastroesofágico, dispepsia, vómito, náusea, dolor abdominal, flatulencia, eructos sabor menta, resequedad bucal, ardor perianal, dolor de cabeza, mareo bradicardia y temblor muscular.[12,21,25,31] Además, revisiones narrativas señalan la presencia de visión borrosa y enrojecimiento.[32] Todo esto es considerado como un efecto adverso leve.[13,25,31] Cuando el aceite de menta se combina con el aceite de alcaravea, no se observaron diferencias significativa entre placebo y el tratamiento respecto a la cantidad de efectos adversos.[13,27] Los hallados en estos casos son similares a los anteriores: acidez, eructos sabor menta, náusea, diarrea, mareo, vómito, ardor estomacal y flatulencia.[26] Tres estudios no detallaron los efectos adversos, a pesar de señalar su presencia.[13,15,27]
Finalmente, es importante mencionar que, dentro de los riesgos de los remedios herbales está la presencia de metales pesados. En un estudio que analizó distintas muestras de especies del género Mentha, incluyendo la Mentha x piperita, indicó que la presencia de plomo y cadmio estaba por sobre los niveles aceptados por la WHO.[34]
Conclusión:
A pesar del uso tradicional de la menta en infusiones, actualmente no hay evidencia que avale su ingesta en este formato para tratar problemas gastrointestinales. La menta, como infusión, solo fue estudiada poscesárea, siendo efectiva, aunque solo hay una investigación al respecto, por lo que la conclusión puede cambiar en un futuro. Caso contrario es el aceite de la menta, el cual se ha estudiado en varias patologías, siendo probablemente efectivo para tratar el síndrome del intestino irritable en adultos y, en un menor grado, para el dolor abdominal funcional infantil y la exploración endoscópica. La combinación del aceite de la menta y del aceite de alcaravea es probablemente efectiva para tratar la dispepsia funcional. A pesar de ello, se requieren estudios metodológicamente superiores para tener más confianza en los resultados actuales. De todas formas, es importante tener cierta precaución al consumir menta, sea en aceite o infusión, ya que está contraindicada para casos de reflujo gastroesofágico y enfermedades de vesícula biliar, además de interactuar negativamente con ciertos medicamentos. Ante cualquier problema de salud, es recomendable ir a consultar con un profesional cualificado y evitar automedicarse, sea con medicinas convencionales o tratamientos herbales.
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Referencia de Imágenes
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Portada: Pfefferminze natur peppermint by unknown. Licenciado Bajo CC BY 3.0.